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Volver a saber mirar
8 Enero, 2013

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Algunas veces es necesario mirar a través de otros ojos tu mundo. En este caso, mi mundo del vino. Me siento realmente una privilegiada siendo una de esas personas encargadas de transmitir sus valores. No podría encontrar mejor trabajo. 

La vid es, quizá junto con el olivo, además de pilar de nuestra cultura mediterránea, un cultivo diferente, realmente especial. El vínculo que se crea entre el hombre y ella es casi sanguíneo, fraternal. Verla crecer, dar sus primeros frutos, observar cómo sus raíces se hunden poco a poco, se asientan en tu tierra y finalmente, vendimiar, es sentirse parte del misterio de la vida.

Así han conseguido transmitírmelo aquellos que más directamente trabajan con ellas. Recuerdo cuando hace ya unos cuántos años, tuve el placer de poder entrevistar a Benjamín Pérez Pascuas, viticultor de una de las bodegas pioneras en la Ribera del Duero. Cada mañana, me contaba, al amanecer, acudía a las viñas para ver cómo se habían levantado, de qué talante estaban hoy. Era una necesidad viva, orgánica, de estar en contacto directo con ellas, y me lo transmitió de una manera tan tierna, auténtica e intensa, que quedó grabada en mi mente la imagen de Benjamín ‘susurrando’ a las viñas.

Años después descubrí a otro ‘entrenador’ de cepas, Alain Brumont, un enamorado de la vid al que le gusta escuchar a su terroir, un hombre que transmite su amor a la naturaleza en cada uno de sus gestos.  Son personas que consiguen cargarte de energía, de ganas de seguir comunicando todo lo que da forma al vino.

Tengo la inmensa suerte de trabajar en La Nariz de Oro con Elena Adell, enóloga de Azpilicueta, una mujer para la que, como para Alain, como para Benjamín, elaborar vino nunca será un proceso industrial. Siempre será humano, artesanal, basado en ese conocimiento maravilloso que consiste en saber sacar lo mejor de cada una de sus cepas. 

Gracias a ellos, mirando a través de sus ojos, recuerdo ese trato directo que tienen con la vid e intento trasladarlo a mi labor profesional. Es un proceso que repito cada vez que me enfrento a una cata. Dejo que el vino hable, me cuente la historia del viticultor que cuidó de sus viñas,  de la tierra en la que puso todo su esfuerzo y esperanza. Pienso en esas personas que escuchan a las vides, que viven por, para y con ellas. Y en el fruto que ahora llega a mí.  Y busco su alma.  Y a veces, la encuentro.

 

Vanesa Viñolo es redactora jefe de la revista Vino + Gatronomía y directora de catas de La Nariz de Oro.

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