Para los amantes de los buenos cigarros: Habanos, Dominicanos, siempre existe el dilema de cómo y con qué acompañarlo mientras nos acompaña la fumada, pues al igual que en la gastronomía existe un asociacionismo entre los platos y el vino.

Está claro, y somos conscientes que cada uno a la hora de disfrutar, marca siempre sus parámetros; sus preferencias, pero existen unas normas elementales que deben de estar presentes si se quiere y se busca la total sintonización entre el cigarro y su acompañante.

El mundo del espirituoso es el más indicado para el acompañamiento: rones, whiskys o coñacs son los más idóneos, ese punto aromático que trasmiten conforme los vamos bebiendo, no hacen sino matizar los aromas que nos aportan los cigarros.

De esta primera selección que he realizado, no he incluido los combinados: refrescos con alcohol, pues el punto frio que aportan estas bebidas no casan en absoluto con fumar un cigarro; éstos nos enfrían el paladar, y así se hace muy difícil que podamos disfrutar de los aromas que éstos nos ofrecen. Tampoco incluiré a las ginebras o a las vodkas; excesivamente alcohólicas y potentes. Podríamos incluir a las grapas italianas o a los orujos gallegos, pero solo si tienen barrica, y con los moscateles o Tokay, tengo mis dudas por el punto excesivamente dulces que nos trasmiten.

Hechas estas primeras premisas, qué como todo en la vida son discutibles y admiten debate, comentaré el porqué de que las tres primeras bebidas que he comentado son las más indicadas para que sean el compañero ideal mientras fumamos un Habana o un Dominicano.

Ese punto de interés y que coincide en las tres bebidas espirituosas, es el paso por barricas que realizan y que coincide con los aromas de madera y de tabaco que desarrollan los cigarros.

Así que por naturaleza los cigarros Habanos o Dominicanos, armonizan con plenitud con los rones, los whiskys o los coñacs. Pero en ambos productos hay un sinfín de elaboraciones y tamaños, por lo que podemos realizar una atomización más específica y concreta.

Si nos deleitáramos con un cigarro de calibre fino: placera, un epicur, un cadete o un laguito, buscaríamos una bebida suave, aromática pero no con mucha madera. Si nos fuéramos a un whisky nos quedaríamos en un Blend, si eligiéramos un ron nos decantaríamos por uno que no hubiera pasado más de tres años en barrica y si lo uniéramos a un coñac, podríamos elegir una “estrella”: de 2 a 5 años de madera, o un dos “estrellas”: de 3 a 8 años de barrica. Esta primera selección la podrían seguir aquellos que se inician en este mundo.

Para los que se manejan bien con los habanos y dominicanos, y les gusta un tamaño mayor como pudiera ser el calibre mediano: petit coronas, marevas, dalias o un generoso por ejemplo, nos decantaríamos por un whisky de Malta y con un envejecimiento por lo menos de 12 años. Los puntos aromáticos de ambos productos se complementan muy bien, al igual que un ron de un añejamiento de 5 años. Si fuera un coñac el elegido los haríamos con un tres “estrellas”, con un envejecimento que superara los 15 años de barrica.

Y por último el calibre grueso, que para mí es aquel donde se disfruta ya de la intensidad del tabaco y sus aromas: cuero, especias. Es por ello que cuando elegimos un cigarro de este calibre: robusto, prominente, pirámides, una gran corona o un cañonazo buscaremos una bebida de mayor potencia. Es por ello que el whisky más indicado sería un Puro Malta; estos whiskys no llevan en su composición whisky de grano permitido. En el mundo de los rones buscaríamos el mayor punto de añejamiento, para enfatizar en el mundo de los aromas y sabores, al igual que al elegir un coñac que nos desviaríamos hacia un V.S.O.P o un X.O.

Esta selección es propia y muy personal; el mundo del cigarro Habano o Dominicano es muy complejo sobre todo a la hora de acompañarlo, es por ello que los gustos son propios y ante todo respetables, por lo que cualquier acompañamiento es bueno si al que lo practica le gusta; respetar los gustos ante todo es primordial.