No recuerdo mi primer vino pero sí recuerdo aquella primera copa realmente especial. Quizás porque mi padre había elegido bien la ocasión y la botella para así licenciar mi paladar en el placer del buen vino, tras mi infancia en la que entre especiales descorches yo me limitaba a ver, oler y escuchar.

Ejercer de sumiller, en cualquiera de sus ámbitos, implica recorrer un largo e interminable camino, con una comprometida aspiración a poseer atributos como la humildad, constancia, sensibilidad, criterio profesional, estilo y buen gusto. Desde luego no es nada fácil. Por supuesto, hay ciertas habilidades innatas, como un afinado sentido del olfato y del gusto, sin olvidar la memoria, que son determinantes para interpretar y prescribir cualquier bebida o maridaje pero hay que mantenerlas vivas y desarrollarlas permanentemente a través del estudio y de la experiencia profesional. También resulta imprescindible tomar contacto con las culturas enológicas y gastronómicas más representativas del mundo, además de abordar otros elementos importantes como los spirits o la coctelería.

La defensa del buen gusto y el acertado criterio a la hora de elegir los productos más idóneos para cada cliente y su particular circunstancia. Nuestro fin último es el cliente, hay que comprenderle e intentar aportarle con su disfrute y complicidad una visión enriquecedora de lo que conoce y lo que no.

El vino nos reporta placer primordialmente a través de los sentidos de la vista, el gusto y el olfato, aun cuando el oído completa el deleite cuando el preciado caldo “suena” en la copa. Quienes pretendemos comprender el vino y disertamos sobre él, lo hacemos con la intención de interpretar desde nuestro juicio los valores que se le han transmitido desde el viñedo y la bodega.

Los grandes vinos, al margen de su consagración mediática y de su estratosférica cotización en mercados de élite, expresan su riqueza sensorial más allá de las

dimensiones visual, olfativa y gustativa. Son vinos que personalmente denomino de único sentido. Vinos que se muestran en sublime armonía e impresionante elegancia en todos sus aspectos desde el principio hasta el final. Vinos que enriquecen el alma. Su paleta de color seduce por su intensidad y limpidez, su complejidad aromática se muestra generosa, evolucionando paulatinamente desde ricas notas primarias y vegetales hasta refinados matices de fermentación y/ o crianza, con fondos maduros de fruta. En boca desarrollan su opulencia “in crescendo”, con sensaciones en cambio constante, que se reproducen en vía retronasal. Perfecto equilibrio y gran estructura, con la acidez justa preservando su frescura y juventud, y unas “puntas” sobriamente tánicas y dulces que acrecientan su plenitud. En cuanto a su persistencia resulta como el más plácido de los recuerdos que nos confiere la eterna juventud, sin palabras.

La perfección no existe, ni siquiera en el vino, entre otras cosas porque el humano que se aventure a proclamarla no puede ser perfecto. Salud... os!!!

José Joaquín Cortés es sommelier y consultor de empresas de hostelería y turismo. Experto en vinos, spirits, cocktails, habanos y gastronomía. Licenciado en Derecho y Master en Gestión Internacional de Empresas.
Dtor. Bebidas & Comunicación Rtes. Modesto, Sevilla. Mejor sumiller de España “Nariz de Oro” 2012; Subcampeón del mundo y mejor sommelier europeo en Habanosommelier World Contest 2010. Vicepresidente y delegado de promoción exterior de la Asoc. de empresarios de hostelería de Sevillaelegado de promoción exterior de la Asoc. de empresarios de hostelería de Sevilla .Autor del blog gastronómico “Entre Copas” en www.josejoaquincortes.com