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Enólogos por un día
19 Noviembre, 2010

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¡Jugar a ser enólogos! La vida es tremendamente rígida y formal, y salirse del guión habitual es siempre emocionante. Poder tener la posibilidad de hacer un vino, tu propio vino, plasmar tu personalidad, tus sentimientos en un vino, es casi tan excitante como cuando ves nacer ese pequeño retoño que paseará tu sangre por el mundo; inquietante y dramático, porque es estos juegos quedamos al desnudo, demostrando que en el mundo del vino seguimos en la lección de las vocales.

Entrar en la sala de catas y ver todos los puestos montados, probeta, pipeta, las muestra de los vinos con los que hacer el coupage, etc, etc, me trajo a la memoria la primera vez que pisé el laboratorio en el instituto; o cuando mis padres me regalaron el Quimicefa, lo saqué de la caja y empecé a mezclar aquellos botes de polvillos con algunos líquidos.

La experiencia es tan gratificante, tan enriquecedora, que todos los que amamos este mundo la deberíamos vivir... cada año de nuestra existencia.
Con el estómago contraído empecé a anotar las explicaciones que nos dio Roberto sobre los vinos referencia, todos del 2009, tres tempranillos y un potente graciano; y a partir de ahí, vía libre para intentar imaginar Azpilicueta Lumbreras 2009. Catar  y conocer los vinos que tenemos sobre la mesa es esencial para saber que podemos pedirle a cada uno, o por lo menos orientarnos sobre las posibilidades que nos darían si los mezclásemos.

Las pruebas de “ensayo-error” empiezan a surgir; la práctica se zampa a la teoría y lo que pensábamos que podría salir de una manera, vemos que se muestra con un carácter diferente; porque el vino es caprichoso y exigente, y como las personas, se relaciona mejor con unos individuos que con otros. Además, vinos que son grandes compañeros de viaje, pueden no resultar tan interesantes cuando intentan jugar a ser protagonistas.

Y por encima de todo nos encontramos con la dictadura de nuestro gusto, riguroso e implacable; y eso que nuestra mente manda mensajes pedagógicos intentando trasmitir el concepto “haz un vino diferente para cada momento”, los vinos serán diferentes dependiendo la orientación que le queramos dar (para guarda, para reserva, para consumo más o menos inmediato….). El resultado: varias muestras en las copas, unas más interesantes que otras, y de nuevo la agitación que se apodera  de nuestra cuerpo cuando Roberto, enólogo de la bodega, se acerca a evaluar nuestro VINO.

Por un día sentí que mi corazón bombeaba vino; de manera ínfima pude acariciar el universo del enólogo, disfrutarlo… y sobre todo crear un vino que poder compartir con mi gente querida. Con una gran materia prima es fácil realizar un buen vino; y unas uvas magníficas allanan el camino para tener buenas referencias de las que partir.

Que pena! no poder haber alargado un poco más este momento de éxtasis enológico; y haber podido catar y evaluar los vinos de mis compañeros, pues, como decía al principio, nuestro vino desnuda nuestro interior y muestra nuestra alma.
 

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